Lo que la SORORIDAD me enseñó
- Shei Sunshine
- 7 mar 2020
- 4 Min. de lectura
Esta entrada del blog se me plantea complicada, porque no quiero sonar sentimentaloide con el tema y, ya de antemano, sé que será un intento frustrado.
Hace unos días, pensaba en escribir sobre feminismo, ya que el objetivo de este espacio, entre otras cosas, es aunar feminismo con arte, artesanía, manualidades y chafalladas en general, tal y como os expliqué en la primera entrada. Pero ese día no me sentía demasiado inspirada y lo aplacé, así que creo que hoy, un día antes del 8M, es un buen día para hablar sobre ello. Os cuento qué ha hecho la sororidad por mí:
De la sororidad aprendí a verme en mujeres a las que no amaba, en mujeres a las que no comprendía; más bien, como descubrí más tarde, a las que no quería comprender.
De la sororidad aprendí a verme en las mujeres explotadas, me enseñó a sentir sus heridas, sus manos agrietadas, sus espaldas curvadas, su dignidad subyugada por el capitalismo, el ego y la avaricia. También en las otras explotadas, las violadas, las prostituidas (si es que cabe alguna diferencia entre estos dos conceptos, no para mí) me enseñó a sentir sus desgarros, sus humillaciones, su sometimiento a un instinto machista y avaro que solo piensa en satisfacer sus necesidades.
(Ahora mismo recuerdo aquella carta, que circuló por redes sociales, de una mujer prostituida, que describía el asco que sentía hacia sus clientes, mientras fingía que disfrutaba. Hablaba de cómo la usaban, como a un trozo de carne, única y simplemente para correrse. Explicaba cómo TODOS se excitaban al dominarla, solo con saber que podían someterla. En cómo pensaba qué cosas tendría que comprar más tarde en el supermercado para darle de comer a sus hijxs, intentando desviar la mente, mientras esperaba a que sus violadores dejaran de reventarla. Todavía se me pone la piel de gallina al recordar esas palabras. Aunque fue un testimonio entre miles que ocurren a diario, muchos de ellos todavía más inimaginables)
De la sororidad aprendí a ver a nuestras niñas en las niñas sometidas a mutilación genital por sociedades atroces, machistas; dependientes, a su vez, de otras sociedades machistas más poderosas, como la nuestra. El miedo que se siente al imaginarlo me resulta paralizante...
Esto, me lleva a otra cosa que la sororidad me enseñó. Me enseñó a reconocer mis privilegios. No sólo como mujer ante muchas otras mujeres, también el de haber nacido blanca y haberlo hecho en Europa. El cambio más profundo que recuerdo, vino en ese momento en que me hice consciente de ello. Cuando vi el daño que, sin saberlo, podía hacer a otras, simplemente por haber sido dibujada en la parte “bonita” del cuento...una parte que yo no había elegido, que me ha sido dada, como privilegio, con mi nacimiento.
(Por ello, cuando un machista se victimiza y habla de "ideología de género", lo primero que me sale decir es: yo ya estoy de vuelta de ese lugar al que te diriges…el "cuando tú vas yo vengo de allí" de Chenoa de toda la vida, pero menos hortera)
Yo ya me creí víctima cuando, sin saberlo, también era verdugo.
La sororidad también me enseñó a ser más valiente, irreverente, menos conformista y, a veces, odiosa, muchas veces... pero, sobre todo, me hizo libre. Libre de complejos, libre de ser quien soy sin querer contentar a nadie, libre de vestirme como quiera, de actuar como quiera sin convenciones sociales, libre de competitividad y libre de envidia. Libre para ser o no ser madre, para hacerme la permanente en las axilas, libre para reír como una loca, para gritar si me enfado, para arrugar la cara si algo me da asco y para comerme un helado en público como si fuese un nabo (disculpen lxs sensibles)
Libre de verdad, por dentro y por fuera...
Quería dejar caer también por aquí que, ser feminista, conlleva muchas renuncias: personales principalmente, de amistades, laborales e incluso familiares, convirtiéndote, en muchos casos, en el “juguete moral" de otras personas, repetimos, incluso de familiares. Muchas de esas renuncias no son nada fáciles de asumir, pero muy necesarias para no perderte a ti misma. Quería dejar esto claro para quienes dicen que el feminismo es una "moda".
Lo más difícil para avanzar por este camino de la sororidad, al menos para mí, son todos esos momentos en que lo que eres, lo que vas trabajando a diario, a veces cae, sin remedio, se va por el sumidero y, no os voy a engañar, da miedo. La sensación de inseguridad, los momentos de dura autocrítica y de incredulidad hacia ti misma, el miedo a equivocarse, especialmente el miedo a ser... hay momentos en que la maleza empieza a brotar por todas partes. Yo intento no olvidar que deconstruirse implica enfrentarse a profundos miedos. Después, casi siempre te reencuentras contigo misma en una relación mucho más madura que, como toda buena relación, empieza cimentándose en la confianza y el respeto hacia ti misma. Una relación que, también como todas, necesita ser cuidada.
Diría que mi conclusión es que no nos aferremos a quienes creemos que somos.
Y si a veces nos dañamos entre nosostras, pensemos que todas estamos aprendiendo.
Y es que, al final, aprender a quererse desde la autoaceptación y la compasión, no es nada fácil...
Lo estamos haciendo bien hermanas 💜
MAÑANA NOS VEMOS EN LA CALLE, ¡POR UN FEMINISMO INTERSECCIONAL, TRANSINCLUSIVO Y ANTICAPITALISTA!
·Shei·

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